lunes, 10 de mayo de 2010

Perdona si digo que quiero seguir siendo lo de ayer.

Aquella a la que le encantaban los crispis por las mañanas y que se bebía el cola-cao de golpe y sin pausas para respirar entre sorbo y sorbo. Aquella que se entretenía cada tarde con la película de "El pequeño Nemo" y le fascinaban las personas que salían de los cuadros en Anastasia. Aquella que se sabía todas las canciones de Mulán y soñaba con que su futuro príncipe fuera como Hércules. Aquella que pintaba delfines sentada en una escalera y cantaba las canciones de La Oreja de Van Gogh con el micrófono de plástico en mano. Aquella que se levantaba de la cama de madrugada para beber agua en el lavabo del baño y volvía corriendo a su cama aterrorizada por la oscuridad. Aquella que se levantaba a las siete de la mañana el día de Navidad, veía todos los regalos debajo del pequeño árbol decorado y se quedaba viendo la tele por no despertar a sus padres con la euforia del momento. Aquella que se sentaba en el bidé para ver en el espejo de en frente cómo su madre se maquillaba y soñaba con peinarse sus largas pestañas con ese pequeño botecito llamado Rimmel. Aquella que se vestía con su traje de sevillana verde en las fiestas de su pueblo y comía Mini-milks de leche en verano. Aquella que se tiraba horas en las camas elásticas y se ponía el babi del revés.
Aquella se hizo mayor y no volvió a saber de príncipes de sangre azul, ni de Anastasias perdidas, ni de Mini-milks en verano, ni de micrófonos de plástico, ni de cama elásticas. Aquella fue secuestrada del País de Nunca Jamás donde pretendía vivir eternamente como un niño perdido más.

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